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Rodeada de curiosos, entusiastas y decenas de fotógrafos, la veinteañera Paula Brindisi se despojó de todo cuanto llevaba puesto, se acomodó el cabello y emprendió la marcha entre un remolino masculino que la ovacionó a su paso.
"Si alguien me acompaña mejor", dijo e invitó sonriente a alguno de los hombres que la rodeaban a quitarse la ropa para responder a una sociedad "cargada de prejuicios".
Pese a que ninguno aceptó el convite, nadie se privó de seguir de cerca los movimientos del tatuaje en las caderas que la mujer exhibió con audacia a escasos metros del Obelisco, en pleno centro de la capital argentina.
Mientras policías consultaban por radio a sus superiores qué hacer ante la insólita situación, la joven concluyó su periplo, se puso un impermeable negro y abordó un taxi para despedirse en medio de un cerrado aplauso.
Viernes 31 de Diciembre de 2004
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