Seré siempre un amante idealista e indigno de los largos viajes y los mares azules, y moriré una tarde, como todas las tardes, sin hendir la línea turbia de los horizontes.
Hacia Mandrás, Singapur, Argelia y Fez, partirán los barcos, orgullosos como siempre, y yo, encorvado en un despacho ante mapas marítimos, haré sumas en gruesos libros de contabilidad.
Dejaré ya de hablar de viajes lejanos; mis amigos pensarán que los olvidé y mi madre, contenta, dirá a quien le pregunte: "Fue una curiosidad juvenil, pero ya pasó..."
Mi yo mismo se alzará una tarde ante mí y, como un juez sombrío, me pedirá una razón y esta indigna mano mía temblorosa se armará, señalará y golpeará sin miedo al culpable.
Y yo que tanto deseé ser enterrado un día en un mar profundo de las lejanas Indias, tendré una muerte común y tristísima y un entierro como los entierros de muchos hombres.
Hacia Mandrás, Singapur, Argelia y Fez, partirán los barcos, orgullosos como siempre, y yo, encorvado en un despacho ante mapas marítimos, haré sumas en gruesos libros de contabilidad.
Dejaré ya de hablar de viajes lejanos; mis amigos pensarán que los olvidé y mi madre, contenta, dirá a quien le pregunte: "Fue una curiosidad juvenil, pero ya pasó..."
Mi yo mismo se alzará una tarde ante mí y, como un juez sombrío, me pedirá una razón y esta indigna mano mía temblorosa se armará, señalará y golpeará sin miedo al culpable.
Y yo que tanto deseé ser enterrado un día en un mar profundo de las lejanas Indias, tendré una muerte común y tristísima y un entierro como los entierros de muchos hombres.
Nikos Kavadías
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