Tuesday, November 07, 2006

Muhammad Yunus. El Nobel de los pobres

Real Vela
rvela@laverdadesdemiguel.com.ve
Omaira Zabib
ozabib@laverdadesdemiguel.com.ve


Desde la creación del Premio Nobel en sus distintas categorías, tanto científicas como humanistas, se han suscitado varias controversias, puesto que las personas que deciden quién lo merece y quién no es un simple jurado. El mérito de este premio, se supone, es que debe otorgárseles a personas u organismos que han brindado su aporte en beneficio de la humanidad con fines estrictamente pacíficos. Sin embargo, en repetidas ocasiones se les ha conferido a individuos que tienen prontuario criminal –son responsables directos de la muerte de miles de personas y corresponsables en guerras intestinas-. Un ejemplo, el Premio Nobel de la “Paz” dado a Henry Kissinger y a otros destacados señores de la guerra.

Contrariamente, cuando una indígena guatemalteca ganó el Nobel de la Paz por su libro Yo, Rigoberta Menchu, varios intelectuales norteamericanos declararon que estaba fundamentado en mentiras y que el premio debería ser retirado. Uno de sus defensores fue Eduardo Galeano, quien escribió: “Yo me pregunto si el Premio Nobel se merece a una mujer como Rigoberta”. Y Galeano no se equivocó. Los premios no son más grandes que las buenas obras de los hombres.

Durante los últimos cinco años hemos leído a través de los medios de comunicación sobre una doble postulación en Economía y Paz a un bengalí, Muhammad Yunus, quien nació en Chittagong, el 28 de junio de 1940. Estudió economía, se desempeñó como catedrático en Estados Unidos y luego regresó a su país para seguir ejerciendo la docencia, además de haber asumido el cargo de director del Departamento de Economía Rural en Bangladesh, que es uno de los países más pobres del mundo –de hecho, las cifras alarmantes lo situaban en un submundo, los pobres entre los pobres-. Yunus toma conciencia en una de sus tantas clases y se pregunta para qué sirve una Cátedra de Economía si allende a sus muros, millones de personas estaban sumidas en la más grande de las exclusiones. Comenzó, entonces, sus prácticas de las leyes económicas, como todo buen estadista, sepultando la burocracia y partiendo de un principio elemental: el factor pobreza en sí mismo agota la capacidad de respuesta a la salida de la crisis, bien personal o familiar. Los pobres tienen el don de la paciencia de Job: nunca se cansan de pedir asistencia, pese a las escasas respuestas de los sistemas.

Yunus aplica una variable a la inversa: los visita personalmente y los ayuda en su mismo sitio de trabajo o vivienda sin mayores complicaciones. Un pequeño préstamo “sin garantías”, una huella digital o firma, un periodo de gracia, el retorno del capital y la garantía de un nuevo microcrédito con la finalidad de crear un trabajo independiente. Desde 1974, empezó una forma de organización social que llamó “gobierno rural”, llevando a que el Gobierno bengalí lo adoptara de manera oficial, con los resultados positivos en su lucha contra las leyes del mercado. Y creó, a pesar de toda negativa de ayuda de la banca comercial, el Banco Grammen o Banco Rural.

Con Yunus, según Hernán Morero, comienza “una discrepancia sobre si el acceso al crédito debe ser considerado como uno de los derechos humanos”. Con las políticas de este singular banco emergieron de la pobreza más de 4 millones de personas, mayoritariamente mujeres (artesanas, cocineras, costureras), quienes respondieron con el reembolso por el beneficio que lograron brindar a sus hijos. El banco de los pobres ahora tiene un capital donde todos son socios y están comprometidos no sólo con la prosperidad familiar, sino también con su entorno rural, donde las obras de infraestructura son un compromiso de la comunidad a través del proceso autogestionario.

Cuando fue galardonado con el Premio Simón Bolívar, en 1996, afirmó: “El crédito solidario concedido a aquellos que nunca habían pedido un préstamo, refleja el enorme potencial sin explotar que tiene cada ser humano”. Las millones de personas que han sido beneficiadas saben que la banca tradicional jamás les hubiera entregado un crédito sin garantías. Entonces se conformaron grupos de 5-6 personas, donde ellas mismas garantizan el pago; si una de ellas no paga, los demás responden por la deuda. Mientras organismos como el Banco Mundial, que aporta menos del 1% a los pequeños créditos, destinan el resto a la ejecución de proyectos de infraestructura. Ahora bien, el fenómeno de los microcréditos ha demostrado, a partir de Yunus, que es el más efectivo para erradicar la pobreza. Con sus políticas, las “ayudas y donaciones” han disminuido considerablemente.

Un artículo de El País, de Ana Carbajosa, titulado “Internacional Créditos, no limosna”, dice: “Lo que en 1976 empezó siendo un experimento del economista bengalí Mohamad Yunus, que decidió demostrar que los pobres pagan antes y mejor, ha acabado funcionando. En 2004, los microcréditos han sacado de la pobreza a 274 millones de desposeídos, cerca del 68% de ellos con ingresos inferiores a un dólar diario. Una cifra que iguala a las poblaciones de Francia, Reino Unido, Alemania, Italia, Irlanda y Suecia juntas. La mortalidad infantil entre los beneficiarios ha descendido en 37% y la tasa de recuperación del crédito ha alcanzado 98%”.

Una de las claves del éxito ha sido prestar preferentemente a mujeres. “El 82% de los clientes de estos bancos son mujeres, porque ellas son mejores pagadoras, se preocupan más por el futuro de su familia y por la educación de sus hijos, son clave en el desarrollo de sus países”, asegura Carmen Velasco, directora de Promujer, una de las experiencias de microcréditos más exitosas de América Latina. Y sentencia: “Paradójicamente, estas experiencias demuestran que una vez que se cierra el grifo de la asistencia, empieza el verdadero desarrollo. Por eso, en el informe sobre el estado de los microcréditos de 2004 se propone llegar a los 1.200 millones de personas que viven con menos de un dólar diario, para poder alcanzar el objetivo del desarrollo del milenio por el que más de 100 jefes de Estado se comprometieron: reducir en 50% la pobreza mundial para el año 2015”.

Unos 700 parlamentarios de Reino Unido, Canadá, Japón, Australia, India y México ya han pedido a las instituciones multilaterales que incrementen su gasto en proyectos de microcrédito. De momento, la ONU declaró 2005 el Año Internacional del Microcrédito en un intento de que los desposeídos pasen de luchar contra la globalización, a pelear por hacerse con un trozo del pastel”.

Finalmente, en la lucha emprendida contra la pobreza, Yunus y su banco recibirán el Premio Nobel de la Paz, “por su lucha para lograr una economía justa para las clases pobres”. Este galardón obtuvo el beneplácito y reconocimiento internacional, por su lucha a favor de la inclusión social.

Con el premio, según la agencia Efecom, de Noruega, “el Comité Nobel ha lanzado este año un mensaje contra el neoliberalismo y la globalización desenfrenados”“La paz duradera no puede lograrse si no se consigue abrir un camino para que una amplia parte de la población salga de la pobreza”, señaló el Comité en su veredicto, que cayó de sorpresa. Y señaló: “Los microcréditos se han convertido en una importante fuerza de liberación en sociedades en las que las mujeres tienen que luchar contra un entorno social y económico represivo”.

Las mujeres que toman los préstamos, que se diferencian de todos los demás tipos de créditos por no requerir avales, suelen ser personas sin tierras. Las solicitantes forman grupos de cinco y son las dos mujeres más pobres las que reciben primero el crédito. Una vez que éstas empiezan a devolverlo, lo reciben las restantes tres. De esta forma se crea una especie de red de apoyo que a la vez ejerce presión, lo que explica la elevadísima cuota de devolución del 97%. “Cada individuo en la tierra tiene el potencial y el derecho de vivir decentemente. Yunus y el Grameen Bank han demostrado que hasta los más pobres de entre los pobres pueden trabajar para salir adelante”, enfatizó el Comité.

Cuando Yunus fue notificado respondió: “Es un premio para las mujeres y para todos los que han recibido un microcrédito en el mundo”. Siendo postulado desde hace varios años al Nobel de la Paz y Economía, dijo que “la economía y la paz están directamente relacionadas. Los problemas en gran parte del mundo están causados por razones económicas. El Nobel de la Paz es lo más grandioso, simplemente fantástico para nosotros, el Grameen Bank, para Bangladesh y para los pobres de todo el mundo”.


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